FIDEL, CRÍTICA A MUERTE
carlos e. brañez c
imagencolectiva.bolivia
"Una de las
primeras leyes de la Revolución, estableciendo la prohibición de ponerle el
nombre de ningún dirigente vivo a ninguna calle, a ninguna ciudad, a ningún
pueblo, a ninguna fábrica, a ninguna granja; prohibiendo hacer estatuas de los
dirigentes vivos; prohibiendo algo más: las fotografías oficiales en las
oficinas administrativas". (Fidel Castro. http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-38128612)
La semblanza de lucha que cubre a Fidel es posiblemente
de heroísmo, señal que sin embargo no parece ser mucho para él; algo simple que
se re-inicia y prosigue sin embargo y bajo características propias en Cuba, imagen
rebelde y exótica, cargada de turismo y bloqueo: guerra vil y descarada que
persiste y extiende, pero como huella mayor y maestra de la revolución
continental.
Anular muros será lo que agenda un deceso mandando
a luchar por la patria grande, especialmente cuando el mundo de crisis
estatal-nacional se encapsula en fronteras, cuando las miserias geo-políticas imperiales
amenazan como nunca la vida en todo el planeta. Para Fidel tal actitud del
capital se muestra más absoluta que a mitades del anterior siglo (a fines de
los ’50), momento de lucha y acto victorioso contra la injerencia y la invasión que encuentra
al continente como hoy dividido.
Consecuente luchador contra el mito
individualista del “héroe”, Fidel decide por su parte ser incinerado en lo que purifica todo aquello que
habla y abunda de revolución a través de “su” representación posible como líder
–bueno o malo-, ese acto implica una lección a la sobre ideologización del
caudillo romántico prisionero de poder, aunque como revolucionario supo del
poder –y en su pueblo continental aprendemos esa sabiduría-, pues contra todo lo
embalsamado ha decidido ofrecer esta lección: no ser héroe y permitir así que a
la revolución no se fetichice ni profane. Por su puesto que la lección del
sacrificio del Yo Fidel cuenta en el rumbo social y comunitario que muchas
naciones y pueblos de América han decidido, aunque resta mucho, emprender.
Siempre estará allí una causa dispuesta para
cumplir con tal rutina, acto que simultáneamente es quizás incompleto sin contraseñas,
legados o mandatos y, ahí en la figura mítica justamente, todo puede ser complejo; sin embargo su lucha de paz es combustible
de nuestros pueblos, esto es con un horizonte impoluto, una imagen que queda
para el acto más simple del hombre de lucha que, para desdicha de sus enemigos
sólo abandona el cuerpo por efectos de la edad.
Esta renuncia a la autoría y al nombre resulta muy
pertinente y contemporánea, especialmente para distinguirlo en la humildad del
guerrillero, que se decide hasta el último instante por el fuego revolucionario.
Todo resulta como en actos que suscitan hoy más que antes el éxodo decisivo de la
partida, la entrada y la victoria.
La fuerza de sus actos fue siempre clara y vigente
entonces en la crítica cotidiana, cuando lucha hasta las últimas consecuencias
contra la ignominia servil, sin doblegar sus raíces de libertad, esa lección revolucionaria
nos enseña que la fuerza de transformación puede ser solamente posible en la urgencia
que implica crear y producir una realidad diferente en y para el planeta, que eso sólo lo comparte y
permite entonces su legado compartido de socialismo comunitario para el mundo.