Carlos Eduardo Brañez Cortez
Aire. Sobre la desviación catastrófica.
Para destronar el virus.
“… El autor David Quammen explora las razones en su libro Spillover: Animal Infections And The Next Human Pandemic (Derrame: Las infecciones animales y la próxima pandemia humana). Sostiene que una enorme población humana, sumada a una enorme población de ganado, a la destrucción de los hábitats naturales y los ecosistemas alterados, resulta en un combo que podría convertirse fácilmente en una diatriba sobre la venganza de la naturaleza contra la humanidad.
En un reportaje a la National Public Radio de Estados Unidos, Quammen señaló que las personas somos el vínculo común en todas las zoonosis: ‘Nosotros somos tan abundantes y tan perturbadores en este planeta… Estamos talando los bosques tropicales. Nos estamos comiendo la vida silvestre. Cuando entras en un bosque y sacudes los árboles, literal y figuradamente, los virus se caen de ellos’.”. (Yo subrayo).
(http://revistaanfibia.com/cronica/las-nuevas-pandemias-del-planeta-devastado/?fbclid=IwAR0_0NxqtfhPtbrNDBlIuxzJfQ2a9mZp7is44h4ab8ZcJnNdCr9JRPM1lDA)
Hoy en día, la enfermedad que ocasiona un virus no sólo ni
principalmente deriva de la intrínseca razón del negocio de la vida, donde la
enfermedad sea la materia prima de sí misma, la pandemia como simple fábrica de
mercancías; sino que, literalmente en el ambiente que corresponde realmente ocurre
contaminación ambiental en tanto filtro micro-bio-lógico; del enrarecimiento del
aire como respuesta climática –“… un precio muy caro para pagar.”- y en
relación a nuestra tolerancia bacteriana y viral...
Todo esto puede ser también tremendamente inventado,
lo cual asimismo reluce y expande rápida y certeramente; pero el hecho de que esta
idea se refrende en la amenaza de lo que respiramos (en lo que implica esta imagen
sustancial y general de vida), expresa y manifiesta realmente una dimensión
micro vivencial o local del aire posible que respiran personas, de una
población específica, en condiciones climáticas propias y reales.
Éste es también un enrarecimiento de los sentidos, ya
que respirar limpio implica mucho más que el aire en sí mismo, que vive, cura o
envenena un organismo dentro de otros organismos; esta alineación de sentidos
con el sentido (del aire con el cuerpo, por ejemplo), imposibilita soslayar o
escapar a una voluntad y fuerza que en su acto productivo afecta también
(esencialmente) o alinea mejor, la economía con la vida, la crisis como una
crisis económica total, como crisis del Capital general. Quizás la crisis
de todo sea una determinación más, esto es una ficción como otra forma de
totalidad, tan autónoma como decisiva, que de tal forma simplemente llega al
límite (a la posibilidad de su imposibilidad); pero no todo acaba ahí, porque
en este fenómeno imaginante el fin o el tiempo deja de determinar-se
absolviendo de todo concepto devenir lógico y justo (suspendiendo un tiempo –y
un sentido- que viene de y deviene a)
para, por ejemplo aquella alineación, imagen sospechosa entonces, entre toda la
vida como economía y concretamente como Capital y peor aún como idea suya de
resiliencia -un despojo-.
Cuando el tiempo del Capital (como valor y materia prima) es tiempo de
la resiliencia, circularmente dado, filtra y permite su propia trascendencia
que ahora, sin embargo, contrapone (persiste) a esa dudosa alineación –un
movimiento en salud que implica aquí esta catastrófica
desviación- posible excedente entre energía y mundo.
¿Es la superación de una catástrofe micro-bio-lógica
la superación del Mundo –capital-? ¿O en qué sentido las condiciones medio ambientales a nivel planetario,
que activan virus emergentes en diferentes
y específicas condiciones climáticas, supone un momento clave de la acción en
la superación y excedencia del núcleo extractivista y deficitario del valor? ¿De qué modo
–con qué forma de valor sin-valor- podemos anular el tiempo del Capital, su
resiliencia, continuidad y resistencia?
¿Hay un mañana post-humanidad que determina hoy al
tiempo como Capital general?