Interculturalidad en acción
“Jiwasaxa aymara aru yatiqaña wakicha uñt’atanwa”
Carlos Eduardo Brañez C.
“El Espantapájaros” - Arturo Borda
Breve advertencia
Si alguna traducción cabe y anima en la sentencia encomillada, sería aquello que el idioma aymara nos dice con propia
voz –aru- refiriendo más o menos así:
“Nosotros aprendemos bien el saber aymara ”.
Los siguientes comentarios sobre el idioma aymara son también balbuceos
de aprendiz de aquella voz, cuyo impulso y movimiento corresponde al ritual del
idioma o de la palabra universalizada pero única. Esta simultaneidad es así
propia de la voz que va signando lo que es y lo que no es de manera múltiple.
-Aru–Chiri–Muyu- es el titubeo que propongo y que proviene del
agrupamiento más o menos coherente y convenido de palabras, correspondiente
también a una fuente descriptiva y ordenada ––tanta- o –pirwa-
experiencia por supuesto irónica de un conocimiento alfabético cualquiera,
condensado –reducido- y efectivo de
la voz aymara, esto es
específicamente, de un diccionario vigente –o sea público-, de la “Comunidad
Editorial JASAKI” para instrucción actual de este idioma a través de la Escuela
de Gestión Pública del Estado Plurinacional de Bolivia.
Breve Desarrollo
-Aru–Chiri–Muyu- es voz aymara que nos acompaña a comprender aquí, por
un momento fugaz, el movimiento como acción integral de palabra y
escritura.
Pero
el intento de explicación no guarda orden alguno y eso es otra paradoja. Y es
que en esta voz, lo verbal y lo geométrico llaman al sentido de diversidad e
integralidad de lo que vive, es decir de la palabra por ejemplo “chiri”
del idioma aymara, raíz protoconvencional que apela a un movimiento
catalizador, es decir energético. Lo que estamos experimentando entonces es
apenas un movimiento sobre la huella fugaz y momentánea de un sentido que se
retira en el justo momento de acción directa, continua, próxima y entrelazada.
Por
otra parte, el sentido como transición (única posibilidad de la metáfora en
proceso de sacrificio, la acción como danza) se combina, compone y expresa
en la voz del “muyu”, que propone al compás y a la conjugación un solo acto
simultáneo de comprensión: esto es de meditación y movimiento a la vez.
Por
ello la voz “aruchiri” significa verbo, “aruchiri muyu” luego
viene a conjugación, mientras que “muyuchiri” significa compás
(acompañamiento, escolta, comitiva y/o cortejo),
púes “muyu”
viene y trae aquí al sentido de energía, actualidad de un ahora como pulso o frecuencia primera, lo que
apela tanto al cuerpo y asimismo al territorio en tanto espacialidad y huella.
Esta
genealogía excedentaria del movimiento luego, articula la unidad base de
conjugación y de compás, danza de la des-aparición (ya no son palabras sino letras
que luego serán silencio, vacío -escritura silente y activa- el cuerpo y el
territorio) dando causa al M(ä) del Uno “Maya”, al A(ch) de lo Primero (o anterior) “Achachi”, “Achachila”, al A(n) del Juego
“Anata” y al A(r) justamente de la Danza “Arachi” pero también de la Exhalación “Arasa”. Pues sí, la muerte es afirmativa aquí porque implica
rito, baile y anulamiento (magia).
La
raíz A(r)
que apela asimismo y precisamente al idioma “Aru” se vincula si bien
al Habla también al Canto no ya de las personas, sino antes,
de los otros, nosotros tan animales,
como el cantar del gallo en determinados momentos de un reloj diferente y excedentario al tiempo vulgar, estrictamente humano, impronta que
se dice “Aruña”.
Breve resumen
Esto,
que bien llegaría a reducir ampliamente al idioma como a la vida, no es
exclusivo de uno u otro (jerga), sino del alma que abarca a toda aquella
escritura siempre interrumpida y segmentada, posible de articularse en las más
irracionales zonas sin embargo vivientes en nuestras curvaturas éticas y
también estéticas, en nuestros cuerpos como palabra intraducible o ajena aunque
propia y breve.
Que
se piense hoy eso, en cuanto acción, inevitable de cierta prosa digamos
anfibia, es condición para comprender y practicar desde éste Estado la
emergencia de la interculturalidad pública, que por eso mismo dimensiona la
acción política como algo un poco inédito y a la vez extremadamente ambiguo,
amplio, más allá del terreno exclusivamente científico político o en general
disciplinario (etnológico o antropológico), pues
toda visibilidad relacionada a dicha acción, tiene allí al alma, un ojo ciego
que es de la propia acción política, una mirada y una voz cuya racionalidad
pública se encuentra, sin retorno, excedida y abarcada.
Quizás
sea esta una simple condición digamos eco-nómica
y eco-lógica alternas, ya inevitables
hoy, de todo saber “universal”
comunitario, es decir necesario y constitutivamente (y a la vez) intercultural.
Septiembre 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario